Ancianos de nuestra parroquia transcurren sus días en el abandono. Muchos de ellos son padres de familia, pero sus hijos y nietos los han condenado a una vida de soledad y miseria.
Todos los jueves, la comisión parroquial de pastoral de la salud lleva la Comunión a los ancianos y enfermos que no pueden asistir al templo. Oran con ellos, comparten la Palabra de Dios y les dan un mensaje de esperanza. Sin embargo, hay lugares donde también asean al enfermo y limpian su casa, pues la indiferencia de sus familiares los tiene en condiciones infrahumanas.
“En un tiempo había una gran reverencia por la cabeza canosa”, escribía el poeta latino Ovidio. Pero en la actualidad es común que se les considere como una carga pesada.
El cristiano piensa distinto. El cristiano respeta la vida y la dignidad humana de los enfermos y ancianos. Se preocupa no sólo porque tengan atención médica, sino que les muestra comprensión, consuelo, aliento y acompañamiento constante.
No hay que olvidar que los ancianos ayudan a ver los acontecimientos con sabiduría, pues la vida los ha hecho expertos y maduros. "Ellos son depositarios de la memoria colectiva y, por eso, intérpretes privilegiados del conjunto de ideales y valores comunes que rigen y guían la convivencia social. Excluirlos es como rechazar el pasado, en el cual hunde sus raíces el presente... Los ancianos, gracias a su madura experiencia, están en condiciones de ofrecer a los jóvenes consejos y enseñanzas preciosas.
Desde esta perspectiva, los aspectos de la fragilidad humana, relacionados de un modo más visible con la ancianidad, son una llamada a la mutua dependencia y a la necesaria solidaridad que une a las generaciones entre sí, porque toda persona está necesitada de la otra y se enriquece con los dones y carismas de todos" (Benedicto XVI, 2007).
Durante el mes de agosto la sociedad ha inventado el Día del Adulto Mayor. No tardan las campañas que despiertan la sensibilidad hacia ellos. Falta decir a las nuevas generaciones que los ancianos nos necesitan siempre. Hoy por ellos, quizá mañana estemos en su lugar.
Publicado en PROFETA, "Mensajero de la Divina Providencia", Edición de Agosto 2011.