La preocupación por los más pobres y desprotegidos no es un eslogan publicitario de la Iglesia Católica. Se trata de uno de los principios básicos que forman parte de su identidad desde sus orígenes.
Su misión de “anunciar el evangelio a todos los rincones de la tierra” incluye también el ponerse “al servicio de la humanidad, especialmente de aquella más sufriente y marginada”, como lo expresa el Papa Benedicto XVI en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, celebrada hoy, 18 de octubre, en las Iglesias de todo el mundo.
Y nuevamente África se pone en la mira; ahí se encuentra una buena parte de esa humanidad que necesita ser servida y atendida. La cruda realidad salida a la luz en el Sínodo de los Obispos para África, que se desarrolla en estos días en el Vaticano, nuevamente enciende los focos rojos reclamando nuestra atención.
Los retos y las tareas en este continente son apremiantes. Y ciertamente la Iglesia no es la única responsable en buscar soluciones –se reconoce también la preocupación de instituciones políticas y no gubernamentales– pero sí es una de las primeras instituciones en dar respuestas concretas a través de sus estructuras y en la medida de sus posibilidades.
No basta el hablar y diseñar planes de acción a largo plazo; es necesario poner manos a la obra. África, azotada por la pobreza, el hambre, la enfermedad y los enfrentamientos sangrientos, sigue siendo un continente de misión; y los misioneros que ahí se encuentran no sólo se dedican a evangelizar y a transmitir un mensaje de esperanza; también se preocupan por atender las necesidades básicas de estos pueblos.
Mientras instituciones mundiales como la FAO –Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación, por sus siglas en inglés– se preocupan por disminuir el hambre para el año 2015, la Iglesia no solamente hace oración –que ya es bastante y muy efectiva– por tierras necesitadas como la africana, sino que además, en medio de la crisis económica mundial, los católicos colaboran económicamente en este día y aportan para causa.
Las palabras son efectivas, pero cuando se respaldan con hechos son otra cosa.
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