Las imágenes de un país devastado como Haití han suscitado la compasión y la solidaridad del mundo entero, y han desafiado la capacidad de los gobiernos e instituciones de otros países para actuar de manera tempestiva en favor de los afectados.
Los actores que han entrado en escena han sido diversos. Los medios de comunicación han mantenido informada a la opinión pública y han tomado iniciativas concretas para motivar la ayuda modesta de particulares. El diario italiano "Il Corriere della Sera", por ejemplo, al día siguiente del sismo ofreció a sus lectores un número de cuenta bancaria a la cual se pueden hacer donaciones para la causa, y publicó, además, iniciativas similares de otras instituciones.
La Iglesia Católica, por su parte, no se hizo esperar para entrar en acción, y su cercanía a este pueblo del Caribe no se ha reducido a la oración por las víctimas. Sacerdotes, religiosos y seminaristas fueron sepultados por los escombros, y aquellos que sobrevivieron se sumaron a la búsqueda de sobrevivientes y a las manos que continúan dando auxilio a heridos y necesitados. Además, como la Iglesia de Italia –que el próximo domingo realizará una colecta a nivel nacional–, la iglesia católica dispersa por todo el mundo se ha coordinado para hacer llegar su ayuda material a la isla.
También los mandatarios de las grandes potencias han puesto sus manos a la obra. Particularmente Estados Unidos ha asumido el papel del superhéroe que tanto complace a Hollywood, aumentando de paso la popularidad de su presidente, quien ha afirmado que en estos momentos esta nación norteamericana está protagonizando la más grande ayuda humanitaria que haya ofrecido en la historia.
En fin, la ayuda económica y humanitaria que reclama Haití seguirá siendo urgente y necesaria, pues una tragedia de esa magnitud trae consigo gran cantidad de riesgos y complicaciones: enfermedades, desesperación, violencia –sólo por mencionar algunas–. También ha evidenciado que en el corazón del ser humano todavía existe la sensibilidad ante el dolor ajeno; lo malo es que son las tragedias las encargadas de recordárnoslo.
Juan Carlos
ResponderEliminarComo Usted lo afirma Padre es necesaria una tragedia para recordarle al ser humano la fragilidad de nuestra esencia, pero también lo cálido de nuestro corazón. Haití es solo un ejemplo de que todos necesitamos de todos, y de que la doctrina de Cristo está más viva que nunca en nuestro mundo actual, a pesar del paso de los años y de la vida tan vertiginosa que tenemos.
Indudablemente debemos dirigir nuestras oraciones para que Dios Nuestro Señor apoye a los sobrevivientes y dé pronto el descanso eterno a nuestros hremanos difuntos. Seguramente Dios no hará oídos sordos a nuestro clamor y derramará sus bendiciones sobre este pueblo que tanto lo necesita.
Estamos con ello y desde Tepic, Nayarit, Mexico oramos por nuestros hermanos en desgracia y por Usted, a quien tanto apreciamos...
Atte.
Lic. Juan Carlos Rodriguez Sotelo