domingo, 14 de diciembre de 2014

CRISTO ES NUESTRA PAZ. Marcha por la Paz en Puerto Vallarta, Jalisco

La paz es un anhelo imborrable en el corazón de cada persona. La paz no es solamente la ausencia de guerra. Es la convivencia de todos los ciudadanos en una sociedad gobernada por la verdad y la justicia.
Los cristianos creemos que Cristo es nuestra verdadera paz. En Cristo, Dios ha reconciliado consigo al mundo y ha destruido las barreras que nos separaban a unos de otros (cfr. Ef 2,14-18). En Cristo, hay una única familia reconciliada en el amor.
Como afirmaba Juan XXIII en la Pacem in Terris, “La realización de la paz depende del reconocimiento de que en Dios, somos una sola familia humana. Y se estructura mediante relaciones interpersonales e instituciones apoyadas y animadas por un «nosotros» comunitario en el que se reconocen los derechos y los deberes mutuos[1].

Por eso nos entristece la situación de nuestro País, donde muchos viven sometidos por el miedo o la desconfianza al encontrarse indefensos ante la amenaza de grupos criminales y, en algunos casos, también ante la corrupción de algunas autoridades.
Nos entristece el olvido de la verdad, el desprecio de la dignidad humana, la miseria y la desigualdad.
Nos entristece la pérdida del sentido de la vida, la falta de credibilidad y la desconfianza.
Nos entristece la violencia, que como bien afirman nuestros Obispos, daña las relaciones humanas, genera desconfianza, lastima a las personas, las envenena con el resentimiento, el miedo, la angustia y el deseo de venganza; que además afecta la economía, la calidad de nuestra democracia y altera la paz.

Sin embargo, inspirados en el Evangelio, vemos en esta crisis un llamado para construir un país que valore la vida, la dignidad y los derechos de cada persona, haciéndonos capaces de mirarnos y de tratarnos como hermanos[2].
Todos somos parte de la solución, porque todos somos parte del problema. Ya que muchas veces también en nuestras familias y comunidades permitimos la desigualdad, la mentira, las faltas de respeto, la desconfianza, la violencia y el desorden.
Y estamos convencidos de que es precisamente ahí, en nuestras familias y comunidades, donde podemos construir el mundo fraterno, justo y pacífico que estamos pidiendo. Esa es nuestra fuerza, que sumada a la fuerza de los demás, logrará que nuestra situación sea distinta. 
Nos vemos urgidos, junto con los actores y responsables de la vida nacional, a colaborar para superar las causas de esta crisis. Estamos seguros de la necesidad de un orden institucional, de leyes y de administración de justicia que generen confianza. Pero también es indispensable la participación de todos nosotros para garantizar el bien común[3].

Que Cristo encienda nuestras voluntades para derrumbar las barreras que nos dividen, para estrechar los vínculos de la caridad, para fomentar la comprensión recíproca y para saber perdonar.
Marcha por la Paz, Puerto Vallarta, Jalisco.
Zona Pastoral Costa Alegre, Diócesis de Tepic. 14 de diciembre 2014.


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