lunes, 25 de agosto de 2014

La sangre de tu hermano clama al cielo

La violencia genera más violencia. Lo atestiguan pueblos y naciones que derraman sangre sin consideración. Y lo muestran familias y grupos de la sociedad que se destruyen entre sí movidos por el odio y la venganza.

CRÓNICA DE UN HOMICIDIO
Historias de odio, traición y muerte, que en la actualidad se han convertido en el pan de cada día, han acompañado a la humanidad casi desde sus orígenes. La primera que aparece en la Biblia es la historia de Caín y Abel, hijos de Adán y Eva. Caín era campesino y Abel era pastor.
El conflicto inicia cuando los dos ofrecen a Dios el fruto de su trabajo. El de Abel es recibido con agrado, pero no sucede lo mismo con el de Caín, quien se llenó de ira y abatió su rostro. Entonces el Señor dijo a Caín: “¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Pero si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera, y a quien tienes que dominar?”. Pero Caín no puso freno a su ira, invitó a su hermano al campo, se lanzó contra Abel y lo mató.
El relato continúa presentando a Dios que confronta a Caín y lo ayuda a tomar consciencia de su delito, provocando que se arrepienta y “marcándolo” en la frente para que nadie atente contra su vida. De este modo queda asentado que Dios es capaz de perdonar, pero no está de acuerdo con la violencia.

LA FRATERNIDAD: TAREA DIFÍCIL
La tragedia de Caín y Abel, más que una historia textual, es un relato religioso que describe la grandeza y la debilidad del ser humano, que fue creado para vivir en armonía y en fraternidad. Para el Génesis todos los hombres proceden de unos padres comunes: Adán y Eva, pareja creada por Dios a su imagen y semejanza.
La identidad profunda del ser humano –hombre y mujer– es ser hermanos en la diversidad de su actividad, su nación y su cultura. Pero el asesinato cometido por Caín pone de manifiesto que se trata de una tarea difícil, porque una vez que se enciende el poder de la violencia ésta se propaga.
Caín mata a Abel por envidia. Se niega a relacionarse con él y a asumir su responsabilidad de cuidarlo y protegerlo.
Lo mismo sucede hoy. La pregunta que Dios hace a Caín –¿Qué has hecho con tu hermano?– se dirige al hombre contemporáneo para que tome conciencia de la gravedad de los atentados contra la vida. Pues hoy, como en el tiempo en que se escribió el libro del Génesis, hay amenazas que proceden de la naturaleza misma y que se agravan por la negligencia de los hombres, pero otras son fruto de las situaciones de violencia y odio que inducen a los hombres a agredirse entre sí con guerras y homicidios.
Sin embargo, la violencia también se hace visible en los atentados contra la vida de millones de seres humanos que son orillados a vivir en la miseria, la desnutrición y el hambre a causa de una mala distribución de las riquezas.

¿ACASO SOY YO EL GUARDIÁN DE MI HERMANO?
Una gran verdad que también revela este relato bíblico es que Dios siempre se manifiesta como un Padre bueno y misericordioso, capaz de cuidar con amor lo que ha creado. Si bien es cierto que el pecado engendra pecado, también es cierto que Dios es un Dios de misericordia y que está por encima de todo pecado.
Derrotar la violencia es responsabilidad de todos los hombres. “Es una tarea que debe implicar no solamente a las instituciones y a los organismos interesados, sino a la sociedad en su conjunto: las familias, los centros educativos, entre ellos la escuela y las entidades religiosas, los medios de comunicación y todos los ciudadanos. Cada uno tiene su parte específica de responsabilidad para un futuro de justicia y de paz” (Benedicto XVI, noviembre 2012).
Publicado en Vallarta Opina, Agosto 25 2014.

lunes, 18 de agosto de 2014

El sueño de un mundo sin discriminaciones



La misión de Jesús de Nazaret es para todos. Para Él no existe diferencia entre hombres y mujeres, esclavos y libres, justos y pecadores. 
Para Jesús todos son hermanos porque todos son hijos de Dios. Ahí radican su dignidad y sus derechos.


UN EJEMPLO DE MARGINACIÓN SOCIAL
Palestina, en tiempo de Jesús, era una sociedad saturada de discriminaciones. Se discriminaba a las mujeres, a los niños y a los enfermos, pero también a los que no eran judíos, quienes eran tratados con desprecio y eran llamados paganos. 
En el Evangelio de Mateo está plasmada la historia de una mujer doblemente discriminada. Era discriminada por ser mujer y por ser pagana. Al principio parecía que no tenía ninguna esperanza, pero después de su encuentro con Jesús su situación es distinta.


JESÚS Y LA MUJER PAGANA
El pasaje evangélico comienza señalando la región donde Jesús y sus discípulos se habían retirado por un tiempo. Se trata de Tiro y Sidón –es decir, Fenicia– ubicada al noroeste de Galilea. Era, por tanto, tierra de paganos.
No parece que Jesús estuviera ahí para predicar, sino más bien para descansar, para instruir mejor a sus discípulos o para dejar que se calmara el entusiasmo de las multitudes que querían proclamarlo rey después del milagro de la multiplicación de los panes.
La mujer había escuchado hablar de Jesús y de todo el bien que había realizado en Palestina, así que toma la determinación de dirigirse a Él para pedirle que cure a su hija, que estaba atormentada por un demonio.
La mujer le grita a Jesús: “Ten compasión de mí”, pero Jesús permanece en silencio. Como afirma san Agustín: “Cristo se mostraba indiferente hacia ella, no por rechazarle la misericordia, sino para inflamar su deseo”. 
Luego intervienen los discípulos y le piden a su Maestro que la atienda. Y Jesús responde: “Sólo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel”. Pero esta respuesta no desalienta a la cananea, sino que sigue insistiendo: “¡Señor, ayúdame!”. Incluso cuando recibe una respuesta que parece cerrar toda esperanza –“No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos”–, no desiste, sino que afirma: “es cierto, Señor, pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”.
La fe de esta mujer es tan grande que en su humildad le basta poco, le basta sólo una mirada, una buena palabra del Hijo de Dios, quien queda admirado por su respuesta y le concede lo que pedía.


LA IGLESIA Y LOS MARGINADOS
El diálogo entre Jesús y la mujer cananea refleja muy bien la situación de la primitiva Iglesia, que le costaba abrirse a los pueblos paganos por el peso de los prejuicios, la raza, las costumbres y la religión.
Pero ese diálogo también retrata la situación de la sociedad actual. Hoy, como entonces, la sociedad está llena de marginaciones y discriminaciones. Y la Iglesia ha de poner en práctica la actitud de Jesús, para quien no existen los prejuicios ni la discriminación.
La Iglesia ha de mostrarle al mundo que todos somos una sola familia humana y por eso estamos obligados a superar barreras de raza, religión, sexo, nacionalidad, grupo étnico o posición económica, por ejemplo. 
Como lo hizo Jesús en su tiempo, la Iglesia ha de abrir fronteras y derribar todo tipo de barrera que se interponga entre los seres humanos. Para la Iglesia no puede haber ni olvidados ni despreciados. Para la Iglesia sólo hay hermanos y hermanas de Jesucristo.


Publicado en Vallarta Opina, Agosto 18 2014

domingo, 17 de agosto de 2014

El rey Saúl y las consecuencias de su descuido


Una de las figuras más trágicas del Antiguo Testamento es Saúl, el primer rey del pueblo de Israel. Cando surge del anonimato aparece como un hombre bueno y preocupado por la suerte de su pueblo, pero en el ejercicio de su autoridad se deja influenciar por las circunstancias, por su temperamento inestable y por sus celos hacia la persona de David.

Palestina. Año 1030 a.C.
En esa época el pueblo de Dios sobrevive gracias a una organización de confederación de las tribus, pero de forma insolidaria. Sólo en algunas ocasiones se ayudaban unas a otras. Pero llegó el momento en que se enfrentaron a un enemigo común: los filisteos.
Los filisteos explotaban a las tribus de Israel de muchas maneras: les quitaban su comida y sus ganados y les cobraban cuota de todo.
Entonces los ancianos del pueblo, mirando la organización de las naciones vecinas, le piden a Samuel ­–el último de los jueces– que les dé un rey para que los defienda.
En un principio Samuel no estaba de acuerdo con la idea, pero actuando conforme a las instrucciones que recibe de Dios accedió a la petición, no sin antes advertirles las inconveniencias de la monarquía. Las inconveniencias eran, por ejemplo, que el rey los haría labrar sus campos, segar su cosecha y fabricar sus armas de guerra; tomaría a sus hijas para que trabajaran en el palacio y les pediría el diezmo.
Pero el pueblo se mantuvo firme en su insistencia y Samuel les dio al rey que pedían.

El inicio de la monarquía
Saúl era un joven de la tribu de Benjamín, una de las más pequeñas de las 12 tribus de Israel.
A decir del texto bíblico, un día, mientras Saúl buscaba unos animales que se le habían perdido, se encontró con Samuel, quien le anuncia que Dios lo había elegido como rey de Israel.
Samuel unge a Saúl en secreto y posteriormente lo presenta al pueblo, pero Saúl regresa a su hogar a realizar sus actividades cotidianas.
Tiempo después Saúl asumió su papel como líder de su pueblo. Tuvo algunos éxitos iniciales contra los amonitas y los amalecitas, pero su verdadera prueba fue cuando los filisteos realizaron una invasión masiva contra los israelitas, y gracias al coraje de su hijo Jonatán se consiguió la victoria.
Sin embargo, a pesar de la gran victoria, Saúl se apartó del proyecto de Dios y tomó decisiones que más tarde le costarían su lugar en el trono.

Las consecuencias de su descuido
Samuel, viendo los desaciertos de Saúl, fue enviado por Dios a Belén y ungió en secreto a David.
El primer contacto entre estos dos grandes hombres fue debido a una extraña enfermedad de Saúl. Al principio, Saúl le tuvo afecto a David y lo convirtió en su escudero. Pero después de su victoria sobre Goliat empezó a tenerle envidia, hasta el grado de querer matarle.
De hecho, buena parte del reinado de Saúl consistió en perseguir a David para que no le usurpara el trono, descuidando los auténticos problemas de gobierno y permitiendo que los filisteos se reforzaran e invadieran de nuevo a Israel y le ganaran la batalla.
Entonces Saúl, viendo que todo estaba perdido, en su desesperación se arrojó sobre su propia espada.

Los aciertos
La vida de Saúl como rey fue sencilla y modesta, comparada con las extravagancias de otros reyes orientales de su tiempo.
 Ciertamente su personalidad aparece contradictoria, pero hemos de reconocer que sin sus victorias militares el reino de Israel no hubiera subsistido. Aunque en realidad, las acciones de Saúl sólo sirvieron para abrirle paso a David y permitir que surgiera la época de oro de la monarquía israelita.
Publicado en Vallarta Opina, Agosto 11 2014.

martes, 5 de agosto de 2014

Los Mandamientos no son una carga. Son el camino para la libertad


La Ley, que está al servicio del hombre, con frecuencia es manipulada de acuerdo a los intereses de algunos cuántos. Sucede en la actualidad y sucedía en tiempos de Jesús.

EL ORIGEN DE LA LEY
La Ley de Moisés, mejor conocida como “Los Diez Mandamientos”, nacieron en un contexto de libertad.
Cuando Dios se los entregó al pueblo de Israel en el monte Sinaí, los israelitas ya había experimentado la gran liberación, ya habían sido testigos del poder y de la fidelidad de Dios.
Por tanto, esas “Diez Palabras” son palabras de vida: evocan el respeto y la protección de la vida, favorecen la justicia y reconocen el valor de cada persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios.
Entendidos de esa manera, los Mandamientos no son limitaciones para la libertad, sino indicaciones para ser libres. Le enseñan al pueblo a evitar la esclavitud de la idolatría, a ser honestos en las relaciones humanas y a vivir el respeto por las personas venciendo la codicia de poder, de tener y de placer.

LOS FARISEOS Y SU OBSESIÓN POR LA LEY
La palabra fariseo significa “separado”. Los fariseos se llamaban así porque querían estar separados de los que, ante sus ojos, eran impuros porque no conocían la Ley ni la cumplían al pie de la letra.
Eran hombres piadosos que conocían muy bien la Ley y la observaban estrictamente, pero sólo en lo que se refería al culto, por ejemplo el ayuno, la penitencia y la oración. Sin embargo, se habían olvidado de practicar la justicia y la caridad con el prójimo.
Los fariseos ejercían una enorme influencia entre el pueblo, al grado de que los jefes religiosos seguían siempre sus consejos. Eran nacionalistas y hostiles a los romanos, pero sin usar la fuerza, ya que esperaban a un Mesías que estableciera el reino de Dios echando a los romanos del país.

NICODEMO: UN FARISEO DISTINTO
Pero no todos los fariseos eran iguales. Uno de ellos, llamado Nicodemo, se había interesado por el discurso y por las obras de Jesús. Los signos y milagros obrados por Jesús le convencieron de que Dios le había enviado como Maestro al que debe escucharse. Y ahí empieza su conversión.
Nicodemo estaba inquieto por la verdad pero no quería comprometerse, por eso buscó a Jesús de noche y en secreto, así lo narra san Juan en el capítulo tres de su Evangelio.
Jesús lo recibe, dialoga con él y le da una lección magistral:as obras de Jesiaereses de unos cuantuerdo a sus intereses. Dios le ama inmensamente, pero ha de abrirse a la fe, pues sólo la fe en el Hijo de Dios lo puede salvar.
Nicodemo vivía de noche. Vivía cómodo en el anonimato, donde los rostros se tornan desconocidos. Pero a partir de aquella noche en su corazón empieza a brillar la luz que procede de Jesús.

Y para Jesús, la única ley es la ley del amor; el amor que está por encima de todas las leyes; el amor que hace posible la justicia, la fraternidad y la paz.
Publicado en Vallarta Opina, Agosto 5 2014

La paz en Tierra Santa es posible. Gedeón lo logró una vez


Las guerras en Tierra Santa no son novedad. Basta abrir las páginas del Antiguo Testamento para darse cuenta de que la lucha por la tierra ha sido el motivo de que mucha sangre se haya derramado a lo largo de la historia, y de que se siga derramando en la actualidad.

LA TIERRA PROMETIDA
Después de que el pueblo de Israel fue liberado de la esclavitud que padecía en Egipto se asentó en la tierra de Canaán, llamada más tarde Palestina. Esta tierra se situaba entre Egipto y Mesopotamia, las dos grandes civilizaciones de la historia antigua.
Se trata de una zona estratégica, de paso casi obligado para evitar el desierto de Arabia. Además, era muy importante por la cercanía a la encrucijada de África con Asia. Por estos motivos se producían constantes guerras entre tribus que invadían Mesopotamia, aunque otras veces fueron provocadas por Egipto en su deseo de poseer los territorios de esa franja costera tan vital.

UNA ÉPOCA DE AMENAZAS
El libro de los Jueces describe al pueblo de Israel en una de las etapas más críticas de su historia. Es el tiempo que transcurre entre la penetración de las tribus hebreas en la tierra de Canaán y la instauración de la monarquía. Este período se ubica, aproximadamente, entre los años 1200 y 1050 a. C.
En ese entonces, el pueblo de Dios estaba organizado por tribus, que frecuentemente se veían amenazadas por todas partes. Por ejemplo, algunos grupos cananeos se resistían a ser conquistados y otros grupos invasores –como los filisteos, que estaban mejor organizados y contaban con mayor número de armas– luchaban por adueñarse de los mismos territorios.
Las tribus israelitas estaban aisladas unas de otras. No tenían un gobierno central que le diera unidad. Y la única base de la unidad nacional, que era la fe en Dios, corría el peligro de contaminarse por los cultos cananeos.

GEDEÓN: DE CAMPESINO A LIBERTADOR
En ese clima de inseguridad surgen los así llamados Jueces de Israel. En realidad eran caudillos que se convirtieron en defensores de la justicia, pues bajo la presión de un grave peligro se pusieron al frente de una o de varias tribus y lograron liberarlas.
Gedeón es el quinto juez de Israel y el más importante después de Samuel. A decir del texto bíblico, era un campesino que Dios eligió para liberar a su pueblo con un ejército de 300 hombres y a base de una estrategia militar donde los israelitas no usaron las armas. En efecto, Dios quería que Israel comprendiera que si vencían no lo harían por la fuerza de sus brazos, sino porque Dios estaba con ellos.
Y es que muchos israelitas, sin renunciar por completo a la fe en el Dios de sus antepasados, comenzaron a rendir culto a los dioses de los cananeos, situación que ponía en peligro la unidad nacional y hacía a Israel más vulnerable ante los ataques de sus enemigos.
Gracias a la intervención de Gedeón el pueblo de Israel entendió que su supervivencia dependía de conducir su vida de acuerdo a los Mandamientos y de que evitaran contaminarse de las costumbres de los pueblos circundantes.

RESPETO Y JUSTICIA: CAMINO PARA LA PAZ
En la historia de Gedeón se descubre la amargura del pueblo elegido al sentir que Dios lo había abandonado, pero también se recupera la fe cuando constata que Dios los libera de sus enemigos.

En la actualidad, el Papa Francisco tiene razón cuando invita a todo el mundo, particularmente a las autoridades de esa tierra todavía en conflicto, a retornar la mirada hacia Dios y a orar por la paz en el mundo entero, particularmente en Tierra Santa. Falta que todos, como Gedeón, se involucren en la construcción de un mundo sin violencia: con estrategias, sin usar las armas y siguiendo el camino que Dios ha marcado en los Mandamientos. En esas 10 palabras está contenido el camino para la paz: el respeto, la igualdad y la justicia.
Publicado en Vallarta Opina, Julio 28 2014

Lázaro, un anuncio de la resurrección


La resurrección de Lázaro es el milagro más importante realizado por Jesús en su vida terrena. Milagro que ratifica a Jesús como la Resurrección y la Vida, provocando que muchos judíos creyeran en Él y desatando la ira de la máxima autoridad de ese pueblo, quienes empezaron a confabular en su contra hasta el grado de darle muerte en la cruz.

TRANQUILIDAD ANTE EL SUFRIMIENTO
Lázaro era un judío que vivía en un poblado llamado Betania. Se encontraba muy cerca de Jerusalén. Era hermano de Marta y María. Los tres, amigos muy queridos por Jesús.
Al parecer Lázaro no gozaba de buena salud. Y cuando sus hermanas se percataron de la gravedad de su estado comunicaron la noticia a Jesús, con la esperanza de que pronto acudiera en su auxilio.
Jesús, en cambio, toma la noticia con calma. No se altera ni se angustia, sino que continúa tranquilamente haciendo el bien en el lugar donde se encuentra.

LA DECISIÓN DE ENFRENTARSE CON LA MUERTE
Cuando Jesús creyó conveniente tomó la decisión de visitar a su amigo enfermo. Y los discípulos, conociendo la cercanía de Betania con Jerusalén, trataron de persuadirlo. Sabían que las autoridades judías habían atentado contra Jesús en más de una ocasión, y ahora temían por su vida.
Pero había llegado la hora. La hora de manifestarse como Señor de la Vida y de ofrecer la propia vida como rescate por muchos.
En efecto, la partida hacia Betania es al mismo tiempo la marcha hacia la pasión.

“YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA”
Cuando Jesús llega a su destino se encuentra con las hermanas del difunto, quienes en cierta manera reclaman su tardanza. Pero Jesús, seguro de sí mismo, también reclama su falta de fe.
La situación se torna crítica. Lázaro no sólo ha muerto, sino que lleva cuatro días en el sepulcro. Y es que según la concepción judía el alma de un difunto regresa durante los tres primeros días a la tumba, contando con un reencuentro con el cuerpo muerto para separarse después definitivamente. Lo cual quiere decir que para Lázaro ya no había esperanza alguna.
Sin embargo, para Jesús las cosas son distintas. Si bien se estremece y llora por la muerte de su amigo, es más grande su confianza en su Padre Dios.

Y SUCEDE EL MILAGRO
Después de agradecer a su Padre, porque siempre lo escucha, Jesús indica que retiren la piedra que tapaba el sepulcro, ordena a Lázaro que salga de la tumba y pide a los asistentes que le quiten las vendas que cubrían su cuerpo sin vida.
Y sucede el milagro. Lázaro vuelve a la vida. Los presente atónitos creen en Jesús. Y las autoridades temerosas comienzan a planear su muerte.

EL CAMINO A LA VIDA QUE NO SE ACABA
La resurrección de Lázaro es la más alta e insuperable de todas las “señales”. Aquí no se trata de la curación de un enfermo, sino de la resurrección de un muerto que lleva cuatro días en la tumba. Es la “señal” que apunta al propio Jesús como la resurrección y la vida.
El milagro pone de manifiesto que el camino de Jesús no es un camino hacia la muerte, sino un camino que, a través de la muerte, conduce a la glorificación, a la resurrección, a la vida.

Jesús es el vencedor de la muerte. Jesús en persona es la resurrección y la vida. Y lo sigue siendo para todos aquellos que a pesar del sufrimiento, de la enfermedad y de la muerte ponen su confianza en Él.
Publicado en Vallarta Opina, Julio 21 2014