La Ley, que está al servicio del hombre,
con frecuencia es manipulada de acuerdo a los intereses de algunos cuántos.
Sucede en la actualidad y sucedía en tiempos de Jesús.
EL ORIGEN DE LA LEY
La
Ley de Moisés, mejor conocida como “Los
Diez Mandamientos”, nacieron en un contexto de libertad.
Cuando
Dios se los entregó al pueblo de Israel en el monte Sinaí, los israelitas ya
había experimentado la gran liberación, ya habían sido testigos del poder y de la
fidelidad de Dios.
Por tanto, esas “Diez Palabras” son palabras de vida: evocan el
respeto y la protección de la vida, favorecen la justicia y reconocen el valor
de cada persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios.
Entendidos de esa manera, los Mandamientos no
son limitaciones para la libertad, sino indicaciones para ser libres. Le
enseñan al pueblo a evitar la esclavitud de la idolatría, a ser honestos en las
relaciones humanas y a vivir el respeto por las personas venciendo la codicia
de poder, de tener y de placer.
LOS FARISEOS Y SU
OBSESIÓN POR LA LEY
La palabra fariseo significa “separado”. Los fariseos se llamaban así
porque querían estar separados de los que, ante sus ojos, eran impuros porque
no conocían la Ley ni la cumplían al pie de la letra.
Eran hombres piadosos que conocían muy bien la Ley y la observaban estrictamente,
pero sólo en lo que se refería al culto, por ejemplo el ayuno, la penitencia y
la oración. Sin embargo, se habían olvidado de practicar la justicia y la
caridad con el prójimo.
Los fariseos ejercían una enorme influencia entre el pueblo, al grado de
que los jefes religiosos seguían siempre sus consejos. Eran nacionalistas y
hostiles a los romanos, pero sin usar la fuerza, ya que esperaban a un Mesías que estableciera el reino de Dios
echando a los romanos del país.
NICODEMO: UN FARISEO DISTINTO
Pero no todos los fariseos eran iguales. Uno de ellos,
llamado Nicodemo, se había interesado por el discurso y por las obras de Jesús.
Los
signos y milagros obrados por Jesús le convencieron de que Dios le había
enviado como Maestro al que debe escucharse. Y ahí empieza su conversión.
Nicodemo estaba inquieto por la verdad pero no quería comprometerse, por
eso buscó a Jesús de noche y en secreto, así lo narra san Juan en el capítulo
tres de su Evangelio.
Jesús lo recibe, dialoga con él y le da una lección magistral: Dios le ama inmensamente, pero ha de abrirse a la fe,
pues sólo la fe en el Hijo de Dios lo puede salvar.
Nicodemo vivía de noche. Vivía cómodo en el anonimato, donde los rostros se
tornan desconocidos. Pero a partir de aquella noche en su corazón empieza a brillar
la luz que procede de Jesús.
Y para Jesús, la única ley es la ley del amor; el amor que está por encima
de todas las leyes; el amor que hace posible la justicia, la fraternidad y la
paz.
Publicado en Vallarta Opina, Agosto 5 2014
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