Marta y María eran hermanas de Lázaro.
Vivían en Betania, un poblado que distaba tres kilómetros de la ciudad de
Jerusalén.
Habían hecho de su casa un hogar
acogedor. Con razón Jesús y sus discípulos hacían escala en ese lugar con mucha
frecuencia.
UNA
VISITA INESPERADA
Cierto día, y de forma inesperada,
Jesús visitó la casa de estas mujeres. Y ellas, como en otras ocasiones, se
dedicaron a atenderlo, sólo que esta vez cada una lo hizo a su manera: María se quedó sentada a los pies del Señor
escuchando su palabra; y Marta se
dedicó a los quehaceres del hogar para servirle.
Entonces Marta, atareada
y sin ayuda, expresó a Jesús su descontento con estas palabras: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me
deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude.” A lo cual Jesús
respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te
preocupan y te inquietan, y sin embargo pocas cosas, o más bien, una sola es
necesaria; María ha elegido la mejor parte y no se le quitará”.
DOS
ACTITUDES COMPLEMENTARIAS
El relato de Marta y María se encuentra en el Evangelio de Lucas. Y el
objetivo del autor no es solamente narrar uno de los múltiples encuentros de
Jesús con la gente de su tiempo. Su intención es más profunda.
Aparte de ser hermanas de sangre, Marta y María también son hermanas en la
fe. Las dos forman parte de la comunidad que Jesús ha fundado. Y si aparecen en
la escena es porque personifican dos actitudes indispensables –y además
complementarias– de quien libremente ha decidido seguir a Jesús.
María representa el momento en que la comunidad está atenta a la escucha de
la Palabra de Dios. Y Marta personifica el momento en el cual, la misma
comunidad, se pone en acción y atiende a Jesús en el servicio de la casa. Una
casa que no es un edificio, sino el mundo, el ser humano.
Jesús no desprecia la vida activa, y mucho menos la
generosa hospitalidad, pero recuerda que la acción ha de inspirarse en la
contemplación, en la oración, en la escucha atenta de su Palabra.
De este modo, la actitud de las dos hermanas no se
contraponen, sino que más bien se complementan. Tiene razón María en escuchar a Jesús, pero no para
quedarse en la contemplación espiritualista, sino para realizar después, como
Marta, las tareas de la Iglesia. Tareas que tienen que ver con la caridad, con
la justicia y con la actividad en favor del prójimo.
ACCIÓN SIN CONTEMPLACIÓN ES
ACTIVISMO
Desde siempre, la Iglesia Católica se ha sentido llamada a servir al mundo
entero, especialmente a los más necesitados. Y para hacerlo de manera organizada,
las mismas necesidades le han urgido a la creación de grupos cuya tarea es
eminentemente social –como CARITAS, atención a enfermos y a marginados–, pero
siempre cuidando que las acciones sociales tengan espiritualidad y estén
iluminadas por la Palabra de Dios.
El hombre
de hoy está acostumbrado a valorarlo todo con el criterio de la productividad y
del rendimiento. La Iglesia reconoce la importancia del empeño en las
actividades diarias, que además es necesario realizar con responsabilidad y con
esmero; pero también es cierta la necesidad de Dios, pues sin la oración, toda actividad
se reduce a un simple activismo.
Publicado en Vallarta Opina, Junio 16 2014
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