martes, 5 de agosto de 2014

De la espiritualidad al servicio. El caso de Marta y María


Marta y María eran hermanas de Lázaro. Vivían en Betania, un poblado que distaba tres kilómetros de la ciudad de Jerusalén.
Habían hecho de su casa un hogar acogedor. Con razón Jesús y sus discípulos hacían escala en ese lugar con mucha frecuencia.

UNA VISITA INESPERADA
Cierto día, y de forma inesperada, Jesús visitó la casa de estas mujeres. Y ellas, como en otras ocasiones, se dedicaron a atenderlo, sólo que esta vez cada una lo hizo a su manera: María se quedó sentada a los pies del Señor escuchando su palabra; y Marta se dedicó a los quehaceres del hogar para servirle.
Entonces Marta, atareada y sin ayuda, expresó a Jesús su descontento con estas palabras: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude.” A lo cual Jesús respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, y sin embargo pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria; María ha elegido la mejor parte y no se le quitará”.

DOS ACTITUDES COMPLEMENTARIAS
El relato de Marta y María se encuentra en el Evangelio de Lucas. Y el objetivo del autor no es solamente narrar uno de los múltiples encuentros de Jesús con la gente de su tiempo. Su intención es más profunda.
Aparte de ser hermanas de sangre, Marta y María también son hermanas en la fe. Las dos forman parte de la comunidad que Jesús ha fundado. Y si aparecen en la escena es porque personifican dos actitudes indispensables –y además complementarias– de quien libremente ha decidido seguir a Jesús.
María representa el momento en que la comunidad está atenta a la escucha de la Palabra de Dios. Y Marta personifica el momento en el cual, la misma comunidad, se pone en acción y atiende a Jesús en el servicio de la casa. Una casa que no es un edificio, sino el mundo, el ser humano.
Jesús no desprecia la vida activa, y mucho menos la generosa hospitalidad, pero recuerda que la acción ha de inspirarse en la contemplación, en la oración, en la escucha atenta de su Palabra.
De este modo, la actitud de las dos hermanas no se contraponen, sino que más bien se complementan. Tiene razón María en escuchar a Jesús, pero no para quedarse en la contemplación espiritualista, sino para realizar después, como Marta, las tareas de la Iglesia. Tareas que tienen que ver con la caridad, con la justicia y con la actividad en favor del prójimo.

ACCIÓN SIN CONTEMPLACIÓN ES ACTIVISMO
Desde siempre, la Iglesia Católica se ha sentido llamada a servir al mundo entero, especialmente a los más necesitados. Y para hacerlo de manera organizada, las mismas necesidades le han urgido a la creación de grupos cuya tarea es eminentemente social –como CARITAS, atención a enfermos y a marginados–, pero siempre cuidando que las acciones sociales tengan espiritualidad y estén iluminadas por la Palabra de Dios.
El hombre de hoy está acostumbrado a valorarlo todo con el criterio de la productividad y del rendimiento. La Iglesia reconoce la importancia del empeño en las actividades diarias, que además es necesario realizar con responsabilidad y con esmero; pero también es cierta la necesidad de Dios, pues sin la oración, toda actividad se reduce a un simple activismo.


Publicado en Vallarta Opina, Junio 16 2014

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