La violencia genera más violencia. Lo atestiguan pueblos y naciones que derraman
sangre sin consideración. Y lo muestran familias y grupos de la sociedad que se
destruyen entre sí movidos por el odio y la venganza.
CRÓNICA DE UN HOMICIDIO
Historias de odio, traición y muerte, que en la actualidad se han
convertido en el pan de cada día, han acompañado a la humanidad casi desde sus
orígenes. La primera que aparece en la Biblia es la historia de Caín y Abel,
hijos de Adán y Eva. Caín era campesino y Abel era pastor.
El conflicto inicia cuando los dos ofrecen a Dios el fruto de su trabajo.
El de Abel es recibido con agrado, pero no sucede lo mismo con el de Caín,
quien se llenó de ira y abatió su rostro. Entonces el Señor dijo a Caín: “¿Por qué andas irritado, y por qué se ha
abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Pero si no
obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera, y a quien tienes
que dominar?”. Pero Caín no puso freno a su ira, invitó a su hermano al
campo, se lanzó contra Abel y lo mató.
El relato continúa presentando a Dios que confronta a Caín y lo ayuda a tomar
consciencia de su delito, provocando que se arrepienta y “marcándolo” en la
frente para que nadie atente contra su vida. De este modo queda asentado que
Dios es capaz de perdonar, pero no está de acuerdo con la violencia.
LA FRATERNIDAD: TAREA
DIFÍCIL
La tragedia de Caín y Abel, más que una historia textual, es un relato
religioso que describe la grandeza y la debilidad del ser humano, que fue
creado para vivir en armonía y en fraternidad. Para el Génesis todos los hombres proceden
de unos padres comunes: Adán y Eva, pareja creada por Dios a su imagen y
semejanza.
La
identidad profunda del ser humano –hombre y mujer– es ser hermanos en la
diversidad de su actividad, su nación y su cultura. Pero el asesinato cometido
por Caín pone de manifiesto que se trata de una tarea difícil, porque una vez que se enciende
el poder de la violencia ésta se propaga.
Caín
mata a Abel por envidia. Se niega a relacionarse con él y a asumir su
responsabilidad de cuidarlo y protegerlo.
Lo
mismo sucede hoy. La pregunta que Dios hace a Caín –¿Qué has hecho con tu hermano?– se dirige al hombre contemporáneo
para que tome conciencia de la gravedad de los atentados contra la vida. Pues hoy,
como en el tiempo en que se escribió el libro del Génesis, hay amenazas que
proceden de la naturaleza misma y que se agravan por la negligencia de los
hombres, pero otras son fruto de las situaciones de violencia y odio que
inducen a los hombres a agredirse entre sí con guerras y homicidios.
Sin
embargo, la violencia también se hace visible en los atentados contra la vida
de millones de seres humanos que son orillados a vivir en la miseria, la
desnutrición y el hambre a causa de una mala distribución de las riquezas.
¿ACASO SOY YO EL GUARDIÁN
DE MI HERMANO?
Una gran verdad que también revela este relato bíblico es que Dios siempre se
manifiesta como un Padre bueno y misericordioso, capaz de cuidar con amor lo que
ha creado. Si bien es cierto que el pecado engendra pecado, también es cierto
que Dios es un Dios de misericordia y que está por encima de todo pecado.
Derrotar la violencia es responsabilidad de todos los hombres. “Es una tarea que debe implicar no solamente
a las instituciones y a los organismos interesados, sino a la sociedad en su
conjunto: las familias, los centros educativos, entre ellos la escuela y las
entidades religiosas, los medios de comunicación y todos los ciudadanos. Cada
uno tiene su parte específica de responsabilidad para un futuro de justicia y
de paz” (Benedicto XVI, noviembre 2012).
Publicado en Vallarta Opina, Agosto 25 2014.
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