Que falte el vino en
una boda es una tragedia. Y más para una cultura donde el vino es signo del
amor, de la alegría y de la abundancia.
Por eso la primera
intervención milagrosa que realiza Jesús es realmente relevante, además de que la
ocasión le sirve para manifestar lo que Él puede hacer por el ser humano:
transformar la vida y darle sentido a la existencia.
LAS BODAS DE CANÁ
Para el Evangelio de
Juan, lo que Jesús realiza en las Bodas de Caná fue el primero de los signos
que provocó que mucha gente creyera en Él.
Jesús y sus discípulos fueron invitados a esa
fiesta en Caná de Galilea. La madre de Jesús también estaba ahí. Como faltaba
vino, la madre de Jesús le dijo a su hijo: “no
tienen vino”. Jesús respondió: “Mujer
¿Qué tenemos que ver nosotros? Todavía no ha llegado mi hora”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que él les diga”.
Había allí seis tinajas de piedra –de
aproximadamente cien litros de capacidad cada una–destinadas a los ritos de
purificación de los judíos. Entonces Jesús dijo a los sirvientes: “llenen de agua esas tinajas”. Y así lo
hicieron. Después continuó: “saquen ahora
un poco y llévenselo al encargado de la fiesta”.
El encargado del banquete probó el agua
transformada en vino. Y como ignoraba su procedencia, llamó al esposo y le
dijo: “Siempre se sirve primero el vino
mejor, y cuando todos han bebido bastante se sirve el corriente; tú, en cambio,
has guardado el vino mejor hasta el final”.
JESÚS ANTE EL PESO DE LA LEY
La magnitud del milagro
de las bodas de Caná no es solamente que Jesús transforme el agua en vino. En
el fondo, este signo manifiesta quién Jesús y cuál es su propuesta. De ahí la
necesidad de considerar algunos aspectos para comprender su profundidad.
La
boda a la que Jesús es invitado representa la antigua alianza que Dios había
sellado con el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento. Jesús entra al pueblo que vive en la antigua
alianza, pero entra sólo como invitado, así como también son invitados los
discípulos que forman grupo con Él.
En esa alianza se acaba el vino, vino que representa la alegría y el amor
entre el esposo y la esposa, es decir, entre Dios y su pueblo. Pero María, que
se da cuenta de esa triste realidad, expone lo intolerable de la situación para
que Jesús ponga remedio, porque sólo Jesús puede cambiar la inmovilidad de una
ley pesada –como aquellas 6 tinajas de piedra– donde ya no hay amor.
Y es que en ese momento de la historia, la ley de la antigua alianza se
había convertido en una tinaja de piedra: aparatosa, pesada, vacía e ineficaz. Es
cuando empieza la obra de Jesús: crear y encabezar un mundo nuevo, hacer que
surja una nueva humanidad.
LA ESPERANZA DE UNA VIDA NUEVA
Con este
relato, el evangelista pone de relieve simbólicamente que Jesús es el esposo de
Israel, del nuevo Israel, del que forman parte todos aquellos que creen en Él. Jesús
es el esposo que vino a traer el amor y la alegría para el ser humano.
El
símbolo del vino, unido al del banquete, vuelve a proponer el tema de la
alegría y de la fiesta, pero también el tema del amor, que tanto le hace falta
a nuestro mundo, que se encuentra sometido por la tristeza, por la división y las
discordias.
Y es en
este mundo donde la Iglesia ha de mostrar que Jesús es capaz de transformar el
agua en vino: la tristeza en alegría, la desesperación en esperanza y el odio
en amor fraterno.
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CULTURA BÍBLICA
Según las costumbres
del Antiguo Testamento, las fiestas de la boda duraban normalmente siete días,
pero podían prolongarse durante dos semanas. Y eran la ocasión de un alegre
banquete, servido de ordinario en casa del esposo. Por tanto, se necesitaba tener
una buena provisión de vino.
Con este signo,
Jesús se revela como el Esposo que ha venido a establecer con su pueblo la
nueva y eterna Alianza. El vino es símbolo de la alegría del amor, pero también
alude a la sangre que Jesús derramará al final, sellando así una alianza nueva
con toda la humanidad.
Publicado en Vallarta Opina, Julio 7 2014
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