martes, 5 de agosto de 2014

Cuando la tristeza desorienta la vida


El dolor y el sufrimiento forman parte de la existencia humana. Las dificultades, la enfermedad y la muerte están incluidos en el don de la vida. Y por eso hay que asumirlos, aunque enfrentarlos muchas veces cause dolor y tristeza.
Pero esto no se comprende de forma inmediata. En ocasiones es necesario el tiempo, la cercanía de las personas con las que se comparte la vida y, por supuesto, la fe.
Los discípulos de Jesús también pasaron por esta experiencia. Y su actitud ante la crucifixión y muerte de Cristo es una muestra de ello.

LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS
Después del drama de la cruz, algunos de sus discípulos se encerraron por miedo a los judíos; otros, como Tomás, trataban de entender el acontecimiento en la soledad y esperaban pruebas tangibles para creer que Jesús había resucitado; y otros más caminaban sin rumbo fijo invadidos por la tristeza. Los discípulos de Emaús pertenecen al tercer grupo.
El Evangelio de Lucas narra la experiencia de dos seguidores de Jesús que el día siguiente al sábado –es decir, el tercer día de su muerte– tristes y abatidos dejaron Jerusalén para dirigirse a una aldea llamada Emaús.
A lo largo del camino se les unió Jesús resucitado, pero ellos no lo reconocieron. Lo habían seguido y habían puesto su confianza en Él. Pero no supieron interpretar su muerte y permitieron que la tristeza provocara el desánimo, la duda y la decepción.
Luego se estableció un diálogo entre estos caminantes y aquel desconocido. Le manifestaron su desilusión y Jesús, basándose en las Escrituras, les explicó que el Mesías debía padecer y morir para entrar en su gloria.
Después, entró con ellos en casa, se sentó a la mesa, bendijo el pan y lo partió. Fue cuando lo reconocieron, pero Jesús desapareció de su vista dejándolos asombrados ante aquel pan partido, que a partir de entonces se convirtió en el nuevo signo de su presencia.

EMAÚS ES EL CAMINO DEL SER HUMANO
Emaús no es solamente un lugar geográfico ubicado en Tierra Santa. Emaús representa todos los lugares. Es el camino de la vida del ser humano, donde Jesús resucitado se hace compañero de viaje para reavivar en el corazón el calor de la fe y de la esperanza.
También hoy es posible entrar en diálogo con Jesús escuchando su Palabra. Y también hoy Él parte el pan y se entrega a sí mismo como alimento.
Los católicos pueden ver en este pasaje la estructura básica de la Eucaristía –o comúnmente llamada Misa–, en la que primero se escucha la Palabra de Dios a través de las sagradas Escrituras y después se participa en el banquete, donde el alimento es el cuerpo y la sangre de Cristo, realmente presente en el pan y vino consagrados.
LAS CRISIS SE SUPERAN EN COMUNIDAD
El sufrimiento, la desorientación y la desilusión no son exclusivos de los discípulos de Emaús. Son realidades frecuentes en la situación actual.
Se experimenta, por ejemplo, ante las crisis económicas, morales y educativas. Y los creyentes, en lugar de resignarse, de huir, o de mirarlas con pesimismo, han de buscar caminos esperanzadores que abran nuevos horizontes a la sociedad.

Es cierto que las crisis comportan fatiga y sufrimiento, pero también son la oportunidad para renovarse.

En el pasaje del Evangelio, el diálogo entre Jesús y los discípulos de Emaús reenciende la esperanza y renueva el camino de su vida, llevándolos finalmente a compartir: lo reconocieron al partir el pan. Es cuando Jesús les recuerda –de forma simbólica– que la comunidad, donde se comparte la vida, es el mejor lugar y la mejor manera de enfrentar las crisis y de buscar soluciones.
Publicado en Vallarta Opina, Junio 23 2014

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